Angel F. Saura es igual que Nueva York

Publicado el 11 de Octubre de 2007 por Angel en Exposiciones | Lo que dicen de mí

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Por Javier Puebla
(English)

Victoria Calvo. Artista. NYCComo canta Billy Joel en una canción de muy significativo título, New York State of Mind, la ciudad de Nueva York más que un lugar concreto es una forma de ver, de entender la vida, se puede tener un “New York State of Mind” en Murcia, Madrid, Londres, Dakar o tumbado en la playa de Calnegre.

A Ángel Fernández Saura -comencemos por el principio- le conocí en Nueva York, concretamente en un bar llamado El Latino, donde se hablaba español, se servían chupitos y belmontes y la palabra que con más frecuencia se oía, aparte de alguna que me guardo en la recámara, era “pijo”. Enseguida hablamos de otros amigos neoyorquinos comunes: Salinas, Haro, Ceesepe, Carmen Caravaca…, y de arte, y soledad, y distancia; pero sobre todo -y también enseguida- vimos el uno en el otro ese algo “estado mental neoyorquino” que se transluce en todas y cada una de las magníficas, sugerentes, divertidas, dolorosas y a la vez familiares fotografías: para mí y para cualquiera (haya estado o no en la ciudad que más descaradamente rasca el cielo de todo el planeta), porque Ángel F. Saura ha logrado, y no es la única ocasión, crear un producto, una obra artística, absolutamente universal. De todas las imágenes que conforman la colección que ilustra las páginas de este libro yo me quedo… con todas. Lo siento, no puedo ni quiero elegir; soy así. Porque ese perro es tan neoyorquino como es la inteligencia de cuchillo de mi amigo Ángel Montiel (a quien también conocí en mi NY privado), porque los chicos que juegan tras la valla de alambre pueden estar haciéndolo a tres metros o tres mil kilómetros de mi casa, porque el Hortelano, mi viejo y genial amigo, más conocido que amigo, siempre será el Hortelano, y ¿qué decir de Susana Aikin? que hacía de bruja algo pitonisa y mafiosa con tendencias asesinas en una película que rodé en la Ciudad más peterpanesca del mundo prácticamente en el mismo espacio temporal en que Ángel F. Saura atrapaba con su objetivo a Cano, Javier Romero, o los Pata Negra (se les ve tan contentos, tan aureolados, con el edificio Chrysler al fondo).

Saura en Murcia, visto desde Murcia o incluso Murciatown como conjunto, es un ser absolutamente excepcional, un hombre insólito, un artista inusual, un creador sin referencias, un aventurero que ha recorrido el globo: bebido alcohol destilado con el yeti y bailado con las chicas más hermosas del Caribe. Saura, en Nueva York, en cambio, sería -es- un hombre normal y corriente, como lo fui yo -ah, maravilla- el tiempo que viví en aquella ciudad, y que al llegar a la primera fiesta y disculparme, como siempre hacía en Madrid, por ser escritor, fotógrafo y director de cine, todo al mismo tiempo, la anfitriona me señaló media docena de personas que también eran escritores, fotógrafos y directores de cine. Y por eso yo conocí a Ángel F. Saura en Nueva York, porque para mí, igual que para sus amigos de El Latino, era un tipo normal, excepcionalmente normal como son todos los personajes que con su cámara fue congelando para este libro, con el que quizá ya soñaba durante los largos días que el destino y su voluntad le permitieron pasar, y vivir, en La Ciudad.

Las imágenes que nos ofrece Ángel F. Saura transmiten vida. Vida y guardia alta. Vida y ganas de hacer cosas diferentes. Vida e inquietud. Pero sobre todo transmiten, aunque quizá sea un sinónimo lo dicho anteriormente, y a pesar de ser imágenes en apariencia estáticas, movimiento; sí, transmiten MOVIMIENTO. Transmiten ese estado que tan magníficamente cantó Billy Joel en una de sus canciones más famosas y que no menos magníficamente ha captado Ángel F. Saura en estos retratos llenos de alma tomados (asegura, pero vaya usted a saber si alguna foto no se hizo en el Barrio Chungo de Murciatown) en la ciudad de Nueva York. Si el espectador mira atentamente y se deja llevar sentirá ese “New York State of Mind”, ese estado mental que en realidad es Nueva York, y que a mí, cuando hace ya… parecen miles de años… llegué a Murcia me hizo comparar la pequeña y agradable ciudad que me acogió con los brazos abiertos con una megápolis como NY; hasta el punto que así titulé mi primera columna en los periódicos murcianos: Murcia es igual que Nueva York. Y ahora, al mirar estas fotos, me doy cuenta que también, que claro, que Ángel F. Saura es parte de esa Murcia maravillosa con la que yo tuve la suerte de encontrarme. Que Ángel F. Saura es -como Salinas, Haro, Cano y muchos más- igual que Nueva York; porque posee esa magia, esa capacidad para estar donde él quiere, más allá de donde las circunstancias le hayan llevado a posar los pies, ese “New York State of Mind”.

Gracias, Ángel, por haber contado conmigo -a pesar de que sólo nos conocemos de eso, de lo que he contado más arriba, de que ambos eramos neoyorquinos- para este viaje más que al pasado a un estado de ánimo, un estado mental, en el que ambos, intuyo, fuimos felices y gente normal. A los distintos, los geniales, los raros, los extraños no hay nada en el fondo que nos guste más que el ser tratados como nos trataban en casa, en Murcia, en Nueva York, como trata Ángel a sus retratados: gente increíblemente especial, y normal; en Nueva York normal, absolutamente normal. Ah, y dile al perro que mira tan descaradamente al objetivo que hoy no, hoy no voy a pasar por West Broadway, cantarle una canción y llevarle luego, como era nuestra costumbre, a cenar.

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