Un coleccionista de instantes al desnudo.
Publicado el 4 de Junio de 2009 por Angel en Críticas | Lo que dicen de míPor María Montero
Un café y un paquete de tabaco en la mesa, y a sus espaldas una pared completamente forrada de libros sobre fotografía y pintura. Enfrente, un paisaje que cautiva a este hombre y el cual recorre con su mirada al preguntarle por los preciosos lugares que ha conocido en busca de fotografías, responde muy satisfecho: “¿Por qué no? Es idóneo para fotografiar en este preciso instante”. Ángel Fernández Saura no es una persona que necesite grandes excusas para sacar la cámara, ni grandes motivos para apretar el disparador. “Creo que a la persona que le guste la imagen tiene esa facultad, o esa deformación, que te permite aislar continuamente imágenes aunque no las hagas”. Su voz envolvente y peculiar, su mirada inquisitiva y sus gestos sosegados me llaman la atención cuando habla de su trabajo, de su “forma de vida”. Tiene la apariencia de un hombre serio, tranquilo, cordial, agradable y cercano. Pero sobre todo interesante. En ese orden describiría a este fotógrafo murciano que no tiene reparo en decir que no hubo un antes y un después que marcara su trayectoria como fotógrafo profesional. Cree que etiquetarse como profesional se aplica más al hecho de “poder vivir de” que al “saber de”. “Realmente, a los cuatro meses de estar en el Cebas, (Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura), era yo el que llevaba ya el laboratorio” comenta sin asomo de falsa modestia.
Hay algo en él que te invita a dejar que te cuente. Todo empezó cuando era espeleólogo. Una vitrina colmada de minerales en la entrada de su casa, todos colocados con mucho esmero, lo delata como un verdadero experto en la materia. “Precisamente fue mi interés por la espeleología y por el montañismo lo que me llevó a la fotografía, y no al contrario”, señala cuando le hago mención de su conocida afición por el montañismo. Ha recorrido medio mundo en busca de instantes infinitos, pero siempre ha vivido en Murcia. Eso no ha limitado nunca a un hombre que forma parte de la generación de fotógrafos llamados a renovar la fotografía murciana a finales de la década de los 70. Si se caracterizan por algo es porque: “A todos les unía la convicción de que la fotografía era un medio con un lenguaje propio”, cuenta Enric Mira. Y Ángel lo corrobora cuando afirma que una fotografía es capaz de transmitir por sí misma, pero claro, añade: “Eso depende del fotógrafo”. Puede que por eso los miembros de esta generación tomaran rumbos tan diferentes. Recuerda con nostalgia que por motivos de necesidad vital no pudo estudiar lo que de verdad le apasionaba en ese momento, la Arquitectura, por lo que terminó haciendo un curso de auxiliar de laboratorio de química en un centro de investigación de Murcia. Al entrar a hacer las prácticas había una plaza libre en el laboratorio de fotografía: “Nadie la solicitó, salvo yo”. Allí aprendió durante dos años las técnicas más complejas que se utilizaban en el momento, “junto con un magnífico químico, Francisco Santacruz, que era además un gran técnico de fotografía científica”. Este aprendizaje se fue completando con los diversos reportajes que incluían las pertinentes fotografías de los experimentos realizados. “Total, que fue un cursillo super completo de dos años… y cobrando”, cuenta Ángel entre risas.
La experiencia profesional, los conocimientos, ver y escuchar son algunas de las influencias que han curtido a Ángel Fernández Saura. Al preguntarle que cuándo se dio cuenta de que podía vivir de la fotografía, muestra una sonrisa desvergonzada y declara que aún no se ha dado cuenta. Reconoce que le dedica mucho más tiempo a la fotografía de investigación personal que a la fotografía comercial. Un tanto resignado, sacude la cabeza y dice que inevitablemente tiene que dedicar parte de su tiempo a la fotografía comercial para poder sobrevivir: “El coleccionismo fotográfico no es tan abundante como parece, y menos en provincias, y menos en época de crisis. Por lo tanto hay que cubrir las necesidades con encargos de tipo técnico, que derivan hacia la fotografía industrial y publicitaria”.
Su experiencia en Nueva York fue algo que no olvidará nunca. Señala que uno de los momentos más emocionantes de su vida fue saber que había recibido la beca de Artes Plásticas concedida por la Dirección General de Cultura De Murcia. En los meses previos a la partida: “Me leí cinco guías de Nueva York. Me fui totalmente preocupado, no solamente por la responsabilidad como becado y de la posibilidad de fallar a las expectativas de mis avalistas, sino por el hecho de irme un año solo a una ciudad como esa”. Ángel supo aprovechar ese año y las imágenes que la capital del mundo escondía en sus calles, se dejó empapar por la atmósfera de la Gran Manzana, absorbiendo imágenes sobre todo, pero también sonidos, olores… “Fue un cambio brutal en mi actitud hacia el arte. Me resultó asombroso descubrir los grandes sectores del arte contemporáneo en Nueva York, como el movimiento pop y el movimiento expresionista abstracto. La pintura fue lo que realmente me revolucionó las ideas”. Claro que también descubrió grandes fotógrafos, y pudo observar sus trabajos de cerca.
Comenzamos a hablar de su último trabajo, un curso de fotografía de desnudos que ha realizado en Cartagena, donde el acento está puesto en la dimensión erótica de la figura humana. Ángel se levanta y busca uno de los cientos de libros que tiene en la biblioteca de su acogedor salón. No obstante resulta curioso, cuanto menos, que no tenga en las paredes de su casa ni un solo cuadro. En un rincón de su salón se dejan ver unas gerberas con un tono rosa intenso y alguna otra planta de discreta elegancia. Me muestra libros de los autores que más han influido en su trayectoria en lo referente al desnudo. Observando fotografías de Robert Mapplethorpe, Newton o Jenaloup Sieff, Ángel plantea una cuestión abierta a la polémica entre lo sexual y lo sensual: “La sensualidad puede encontrarse, por ejemplo, en unos primeros planos de ciertas flores. Y además ¿dónde está el límite entre lo sensual y lo abiertamente sexual? ¿Qué diferencia hay entre fotografiar un órgano sexual y un brazo? Ambos son partes del cuerpo ¿no? El límite viene impuesto por condicionantes morales y religiosos, no artísticos”. Al preguntarle que si es delicado trabajar con el cuerpo humano, hace un gesto de obviedad y responde que a él le resulta más natural debido a la experiencia que tiene en este campo, pero reconoce que las primeras sesiones fueron complicadas debido a su educación moral y lo novedoso del tema. Además, me hace saber que: “El fotógrafo aunque está escudado, está vestido, y está escondido detrás de su cámara, también sufre los avatares de la sesión. Para empezar tiene que estar creativo y también soportar la desnudez del modelo. Evidentemente son sensaciones y comunicaciones muy fuertes, pero al mismo tiempo muy bonitas”.
Este fotógrafo busca mediante el desnudo provocar sensaciones. Darle forma, color y sentimiento a una imagen del cuerpo sólo saben algunos, y él es uno de ellos. Le preocupa la idea del erotismo aplicado a cualquier tema. “Creo que es una sensación que va dentro de los seres humanos”. Pero le interesa la representación del erotismo y la parte bella y hermosa del desnudo. Supongo que los artistas lo llevan dentro, es algo intrínseco. Me refiero a esa capacidad de transmitir en sus trabajos. Ángel emana personalidad, estilo y sencillez, de ahí que en sus fotografías de desnudos intente insinuar y mostrar siempre dentro de los límites de la elegancia. Arañando la mesa con la uña, comenta con gesto expresivo: “Me gusta romper un poco, cambiar de posición esa barrera, esa frontera, de la que hablábamos antes de la fotografía erótica y obscena, según dicen”.
Realmente no es nada fácil ponerse delante de una persona empuñando una cámara, intentando dar confianza al modelo procurando y obteniendo como resultado fotografías de la calidad de las que Fernández Saura nos ofrece finalmente. Por eso repite que lo importante de una pieza fotográfica es que transmita sensaciones, y añade, como si lo que sucede después de crear tal obra no fuera con él: “Lo demás se lo colocan ya los estudiosos y los comisarios. Los críticos”.
Es de rigor, en estos tiempos que corren, preguntarle sobre lo que ha supuesto la entrada de lo digital en el mundo de la fotografía. “Mucha más capacidad de retoque”…”Me parecen muy negativas las personas que se plantean si digital o no, cuando precisamente en cien años escasos pasamos de las placas húmedas, de un equipo de 50kg como mínimo que llevaba un fotógrafo para hacer una sola foto entre tiendas de campaña, placas, trípodes… a pasar a la máquina analógica con películas flexibles y autofocus, con estabilizador de imagen en los objetivos, etc., etc., etc. A mí me parece que es un paso más, y resistirse a la evolución de la técnica es una postura retrógrada. Se muestra de acuerdo con las nuevas tecnologías pero defiende que antes también se retocaba. “Utilizo el retoque siempre y cuando quede dentro de los parámetros, digamos, sin alterar lo esencial de la imagen. En todo caso el contraste, la forma, el color, el enfoque, quitar los arañazos… es lo mismo de antes, pero ahora con muchas más posibilidades técnicas” concluye Ángel.
Subimos a su estudio y me enseña todas sus cámaras. Dormidas en un armario, colocadas como hermanas de mayor a menor, las despierta una a una y va contándome las peculiaridades y las historias de cada una de ellas. Las trata con sus manos, simplemente, como lo que son, una herramienta de trabajo. Para Fernández Saura la cámara está en la cabeza y lo más importante es saber analizar antes de levantar la cámara. Después de haber contemplado algunas de sus fotografías, libros y exposiciones, me fascina ver cómo este hombre es capaz de intuir cual es el momento oportuno para poner la cámara delante del motivo adecuado. Y es que su instinto goza de una mirada a la vez analítica e imaginativa, una mirada no exenta de ironía que le lleva muy a menudo a hacer lo contrario de lo que se esperaría que se debe hacer, como: “Hacer animado lo inanimado”.
La mirada de Ángel Fernández Saura es la mirada de un artista que sabe atrapar instantes fugaces y fijar en el papel imágenes cargadas de emoción, imágenes que transmiten, que nos conmueven; y lo hace además con una economía de medios que, en todo caso, no hace sino subrayar su particular sentido de la elegancia.
5 de Junio del 2009 a las 7:58
Bonito artículo, creo que María Montero ha acertado mucho tanto en el aspecto humano como en el técnico. Coincido con muchas cosas de las que dices: saber ver (o saber mirar), saber evolucionar y saber ver las ventajas del laboratorio digital y del retoque.
Opino que otras ventajas de la fotografía digital son la inmediatez (se acabaron las polaroids y las largas esperas de revelado de diapositivas en las pequeñas poblaciones como Murcia), el coste (lo que te ahorras en películas puedes invertirlo en objetivos o yo que sé, en tiempo, jaja) y porqué no decirlo, también el coste medioambiental.
Sin embargo sigue habiendo algo en la fotografía tradicional que nunca dejará de gustarnos ¿verdad?, incluso a veces añoramos el horrible olor del fijador en el laboratorio ¿o no? En mi opinión la fotografía tradicional quedará reservada a la investigación y uso meramente educativo o artístico, como obra única y perecedera, como la fotografía con placas… Un abrazo Angel.
11 de Mayo del 2011 a las 11:53
Bonita fotos..
Gracias por expornerlas en internet